miércoles, 9 de octubre de 2013

¿Yo corrupto?

Uno de los temas de mayor impacto a nivel social y político en todos los tiempos, está relacionado con la corrupción gubernamental. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la acción y efecto de la corrupción, se refiere a alterar y trastocar la forma de algo y en el ámbito de la función de gobierno consiste en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole...

El corrupto, será pues, el que altere el propósito que le fue encomendado, según las funciones inherentes a su cargo y su autoridad. Es decir, son aquellas personas que en lugar de cumplir sus funciones, se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho (Samuel, 8:3). Y si ya conoce o quiere saber el destino de éstos, lea el libro 1 Samuel 3 y 4. 
En cualquier gobierno puede haber corrupción y por lo general, los medios de comunicación convierten este fenómeno en un escándalo noticioso; la población, haciéndose eco de ello, condena tales actos, repudiando no solo a los funcionarios incursos en el presunto delito, sino al gobierno en su totalidad. Y de la misma forma que actúa "la bola de nieve", el comentario o la calumnia se va haciendo cada vez mayor, añadiendo elementos que agravan el juicio público. Cierto o no y aunque no tengamos fundamento  para ello, colaboramos en condenar a los presuntos corruptos, sin siquiera haber ser sido testigos para tal testimonio.

Evidentemente, el Señor no nos quita la libertad de participar en el mundo, así lo manifestaba Jesucristo cuando oraba por los suyos: Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo (Juan, 17:18) y lo ratifica diciendo: ellos sí están en el mundo (Juan, 17:11), añadiendo a ello una petición especialmente amorosa: No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno (Juan, 17:15).

Este maligno se aprovecha de nuestra pasión (la carne), la cual nos aparta del propósito de Dios para con nosotros en este mundo. Nos dejamos dominar por la ceguera de la politiquería (fariseos) y terminamos acumulando "ascuas sobre nuestras cabezas", por que nos dejamos envolver por las lenguas mentirosas y dañosas. 
En Éxodo 20:16 se nos manda que: No darás falso testimonio contra tu prójimoEn este sentido, el Señor sabiendo nuestras debilidades ha sido implacable cuando dice en Deuteronomio 19: 16-19: Si un testigo falso se levanta contra un hombre para acusarle de transgresión, los dos litigantes se presentarán delante del SEÑOR, delante de los sacerdotes y de los jueces que haya en esos días. Y los jueces investigarán minuciosamente; y si el testigo es un testigo falso y ha acusado a su hermano falsamente, entonces le haréis a él lo que él intentaba hacer a su hermano.

Muchos de nosotros, nos hemos dejado llevar por el mundo, hemos señalado y hecho juicio. Hacer juicio no nos está vedado, pero solo si esto se ciñe a la verdad: Juicio verdadero juzgad, y misericordia y compasión practicad cada uno con su hermano (Zacarías, 7:9) y por tanto, estas son las cosas que debéis hacer: decid la verdad unos a otros, juzgad con verdad y con juicio de paz en vuestras puertas (Zacarías, 7:9), porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia (Santiago 2:13).

Isaias 59:2-4 nos exhorta con terribles palabras para llamarnos a reflexión y nos volvamos hacia el derecho: Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos . Porque vuestras manos están manchadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios hablan mentira, vuestra lengua murmura maldad.  No hay quien clame con justicia ni quien abogue con honestidad. Confían en la confusión, y hablan falsedades; conciben malicia, y dan a luz iniquidad. 

Debemos recordar, que todos los gobernantes del mundo son y han sido puestos por Dios por algún propósito; y malos o buenos, el les ha dado autoridad. Así lo expresa la Palabra de Dios en Romanos 1:13: Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios...y también el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, sobre sí recibirán condenación (Romanos 13:2). Porque en definitiva Él es quien cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes; da sabiduría a los sabios, y conocimiento a los entendidos.(Daniel 2:21)

Y es que el Señor no nos ha pedido que andemos en rebelión y desobediencia. ¿O es que acaso, hemos sido llamados para pervertir el juicio a nuestro favor, a favor de los intereses de un partido político o de una afinidad política? Si es así, le tengo una mala noticia: ESO ES CORRUPCIÓN. Y la Palabra de Dios nos indica claramente en Éxodo 23:2: No seguirás a la multitud para hacer el mal, ni testificarás en un pleito inclinándote a la multitud para pervertir la justicia. Y es que el Señor nos ha pedido que le sirvamos a Él, no al mundo; que hablemos con la verdad y no nos hagamos eco de la mentira; que tengamos misericordia, no que hagamos señalamientos; que actuemos con honestidad y no que nos dejemos arrastrar por el consejo de los malos, pervirtiendo el derecho y torciendo o ignorando las leyes seculares bajo el argumento que "si otros lo hacen...". 

La buena noticia, es que tenemos un Dios clemente y compasivo, lento para la ira y rico en misericordia, que nos dice que: la misericordia triunfa sobre el juicio (Santiago 2:13) , lo que no indica que nos valgamos de esto para ser oportunistas, pensando que ello significa impunidad, porque ante nada DIOS ES JUSTO. Significa, que podemos clamar a Dios pidiendo perdón por nuestros pecados y rebeliones, porque su palabra será cumplida: Por tanto, os juzgaré, a cada uno conforme a su conducta, (...) Arrepentíos y apartaos de todas vuestras transgresiones, para que la iniquidad no os sea piedra de tropiezo (Ezequiel 18:30).

Que el Señor Todopoderoso, nos de paz y sabiduría para comprender. Amén.

miércoles, 21 de agosto de 2013

¡El dinero no me alcanza!

En obediencia al Espíritu Santo de Dios, que nos guía a toda verdad


Muchas veces nos sentimos agotados por el afán de nuestro día a día. Tenemos la percepción que nuestro trabajo no compensa nuestro tiempo y esfuerzo, ya que según nuestro parecer, el salario (jornal) se vuelve sal y agua. Entonces reflexionamos sobre el destino de nuestros ingresos y aunque intentamos justificar el gasto -inflación, compras de rutina, urgencias, emergencias- también pensamos que no disfrutamos de los frutos de nuestro trabajo en proporción al esfuerzo realizado. El Señor entonces, nos muestra una sencilla y contundente reflexión a través del profeta Hageo: "Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto" (Hageo, 1:6). 

Esto nos ha pasado a muchos de nosotros, y cristianos o no, culpamos al gobierno, al mundo, a las circunstancias, pero en definitiva ¡no sabemos que hacer! Al escudriñar la Palabra, el Señor repite con insistencia: ¡Consideren bien sus caminos!(1). 
Tomemos tan solo un minuto para pensar en lo que hacemos a diario, en cada jornada. Examinémonos: ¿Cuánto tiempo dedicamos a la obra del Señor?. ¿Una hora al día, a la semana, al mes? ¿Y qué es pues trabajar en su obra?



Trabajar en la obra, es dedicarse -cada quien según el talento recibido-, a edificar la Iglesia de Cristo, a evangelizar (Mateo,16:15), enseñar y exhortar en la sana doctrina (Tito, 2:1-10) Por eso, el profeta Hageo nos relata lo que hizo el Señor en aquellos días: 

"Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios."(Hageo, 1:14).

Así que mis amigos en Cristo, crean en Su Palabra, porque así dice el Señor: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Capacítate para la obra y roguemos para que el Señor envíe obreros a sus mies (Mateo, 9:37-38), muéstrate al Espíritu Santo con un corazón dispuesto, pide que te guíe y seguro lo hará. 


Dios les bendiga grandemente.

(1) Meditad sobre vuestros caminos (versión Reina Valera)